Es fundamental enseñar a los niños a desarrollar la inteligencia emocional. Pero… ¿cómo se hace? Una herramienta valiosa que tienen los padres y los educadores para enseñar a los niños a conocer sus sentimientos y a aprender a gestionarlos es el juego. Hemos recopilado una serie de ejemplos desarrollados en las aulas de los Colegios Zola. Con ellos  se busca que los niños refuercen sus habilidades, tomen conciencia de sus sentimientos y aprendan a entender las necesidades de los demás.

  • Dejarse guiar por un compañero y la Gallinita Ciega (alumnos de Infantil):Trabajamos el valor de la autoconfianza. Con estas actividad pretendemos que los niños se sientan seguros y que comprueben por ellos mismos que, al tener los ojos tapados, otros sentidos como el oído y el tacto, también nos pueden ayudar a conseguir nuestro objetivo, aunque nos cueste un poco más. Son retos que les impulsan a esforzarse y en los que implica una colaboración por parte de todos los participantes.
  • El Naufragio (alumnos de Primaria): trabajamos el valor de la asertividad. Con ella, nuestros alumnos se imaginan como supervivientes de un naufragio en una isla desierta. La tarea que han llevado a cabo ha sido, en primer lugar, escoger tres objetos de una lista que serían de utilidad durante su estancia en la isla. Después, han trabajado en equipo y han llegado a acuerdos sobre los tres objetos que finalmente elegían como grupo. Con esta actividad, han puesto en práctica una comunicación asertiva y el respeto de turnos y de opiniones diferente a la suya.
  • El Cuento de Elmer (alumnos de Primaria): Trabajamos el valor de la diversidad. A través de esta maravillosa lectura podemos profundizado en la riqueza de ser diferentes y las aportaciones que podemos hacer cada uno de nosotros. Después, de forma colaborativa, podemos cortar trocitos de papel y hacer un gran Elmer.
  • Emociómetro (todas las etapas): Trabajamos el reconocimiento y la expresión de emociones. Realizado con alumnos de la ESO pero aplicable a cualquier etapa de forma adaptada. Todas las mañanas, después del momento de mindfulness, los alumnos dedican unos segundos a reflexionar sobre sus emociones. Las comparten con el resto de sus compañeros levantando la mano, indicando con el número de dedos que levanten (de 0 a 5) su estado emocional. De forma voluntaria pueden compartir con la clase cómo se sienten y qué emociones experimentan.