Rafael Guerrero Tomás, Director de Darwin Psicólogos, experto en Psicología Educativa y TDAH y autor de libros como “Educación emocional y apego”, aborda en esta entrevista con los Colegios Zola temas como la importancia de gestionar las emociones o la innovación, entre otros temas. Y lo dice con claridad: “Una metodología realmente innovadora es adaptarnos al ritmo que marca el niño o el adolescente”.

Para Guerrero, lo fundamental como educadores es adaptarnos al niño y a su desarrollo evolutivo, a sus circunstancias, familia, a sus posibles dificultades y tener en cuenta que el ritmo lo marca el niño. Destaca también que el segundo reto es trabajar la inteligencia emocional tanto en el aula, como en la familia y en la sociedad, identificar las emociones, legitimarlas, permitirlas y establecer estrategias para poder regularlas. Añade que no se puede olvidar trabajar el comportamiento ejecutivo que, con las nuevas tecnologías, lo tenemos cada vez más atrofiado. «En cuarto y último lugar hablamos de valores que estamos perdiendo como la paciencia, el respeto o la empatía«, subraya.

Rafael Guerrero explica que nos encontramos en una sociedad muy exigente y que estamos continuamente mirando al futuro pero olvidándonos del presente y eso nos hace a los docentes llevar un temario a un ritmo que no es adecuado ni para el docente ni para el niño. «No hay momentos para hacer dinámicas de conocernos, para trabajar el duelo, por ejemplo. Desde mi punto de vista, estamos saturando en exceso las funciones corticales y no estamos teniendo en cuenta las suborticales que para mí son claves para una vida en equilibrio y una vida plena para los niños y para nosotros».

Para él es imprescindible que el docente se forme en la parte emocional, que sea capaz de mirar incondicionalmente a sus alumnos, que no les juzgue, que les mire con cariño, con respeto y que legitime la emoción. «Yo no puedo evitar que en un niño aparezca la rabia, el miedo, la frustración, pero sí puedo enseñar a ese niño a que gestione las conductas asociadas a esa emoción. Yo le legitimo sus emociones, lo que no acepto son conductas determinadas a un compañero o profesor», concluye.