Carmen García de Leaniz, responsable del Programa de Pensamiento Emocional de los Colegios Zola, nos cuenta algunas claves de la inteligencia emocional en las aulas y su importancia para mejorar el futuro personal y profesional de nuestr@s alumn@s.
- ¿Cómo es una persona emocionalmente inteligente?
Una persona emocionalmente inteligente es aquella que, en su día a día, profundiza en su autoconocimiento, cuida su autoestima, presta atención a sus emociones (y las de los demás), sabe “leerlas”, comprenderlas y aplica estrategias para canalizarlas de forma saludable para ella y para su entorno. Además, es capaz de motivarse, proponerse objetivos e incluir actividades para disfrutar de su día a día, estableciendo relaciones sanas y constructivas con los que le rodean.
Todos tenemos la capacidad de ser personas emocionalmente inteligentes, si bien es cierto que hay personas que desarrollan y aplican más esa inteligencia en su día a día, gracias, entre otros motivos, a los referentes que han tenido en su infancia, la educación que han recibido, sus experiencias vitales y su motivación hacia el desarrollo de estas capacidades socio-emocionales.
- ¿Cómo aprende un niño a ser emocionalmente inteligente?
Los niños aprenden esencialmente por imitación, por el ejemplo de sus referentes y a través de la vivencia, de la experiencia y la repetición. Por este motivo es esencial que todo el personal docente y no docente de un colegio sea un ejemplo a seguir y genere espacios y momentos para que los alumnos puedan entrenar, desde la vivencia, las habilidades anteriormente señaladas.
También es importante comunicar, involucrar y formar a las familias para que den continuidad y coherencia a lo que estamos trabajando desde el centro, aceptando que, en ocasiones, no será posible su colaboración, por lo que, en estos casos, nuestro apoyo a esos alumnos, tendría que ser, si cabe incluso mayor.
- ¿Cómo podemos ayudar a un niño a fomentar su autoestima?
Demostrándole que te importa, escuchándole con interés y empatía, sin juzgar; reconociéndole verbalmente no sólo sus virtudes y sus logros, sino también sus esfuerzos y sus progresos; ayudándole a proponerse pequeñas metas que le motiven, sean concretas y alcanzables; dejándole el espacio para que “elija”, tome decisiones y aprenda de las consecuencias, y aceptando sus errores, cuidando tu actitud ante sus errores, transmitiéndole el mensaje de que “cada error, es una oportunidad para aprender”. También podemos ayudar utilizando un lenguaje constructivo, al darle un feedback de algo que necesita cambiar o mejorar; evitando ponerle etiquetas que le encasillan y limitan su capacidad para cambiar, y confiando en él y enseñándole que las creencias se convierten en realidad, por lo que, “tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estarás en lo cierto”.