Entrevista a Leticia Garcés
Leticia Garcés, pedagoga especializada en educación infantil, participa en la III Edición de Eduemoción con la ponencia ‘Gestionar tus emociones al educar, punto de partida para familias y educadores’. Esta experta dará pautas a docentes y familias sobre cómo afrontar y manejar nuestras propias emociones a la hora de educar emocionalmente a nuestros/as alumnos e hijos/as.
- Celebramos el III Encuentro Eduemoción, que se centrará en la implantación de la inteligencia emocional en los centros educativos. ¿Por qué crees que es importante este tema?
Desde que en 1990 Peter Salovey y John Mayer publicaron el primer articulo sobre inteligencia emocional y en 1995 Daniel Goleman escribió su gran libro «Inteligencia emocional», se han escrito muchos más libros sobre este tema y se han llevado a cabo muchísimas más investigaciones científicas. Podemos decir que el siglo XXI es la era del cerebro y que en el mundo entero se ha despertado un gran interés por conocer cómo podemos potenciar el desarrollo emocional de nuestros niños y niñas desde el ámbito escolar y también familiar. Son muchas las ventajas que obtiene un adolescente cuando desde la cuna se han escuchado sus emociones, se han comprendido sus necesidades afectivas y no se han juzgado sus comportamientos como buenos o malos, sino que se han aprovechado los conflictos para entrenar precisamente esas competencias emocionales como empatía o asertividad de las que carece. Si no se aprenden, no se tienen. Sabemos que la inteligencia emocional mejora el autoconocimiento y por supuesto la autoestima. Mejora el rendimiento escolar y protege de padecer niveles de estrés altos. Favorece un mejor ajuste psicológico, mejora las interacciones sociales y disminuye la ansiedad y la depresión. En definitiva potencia el bienestar y salud emocional de nuestros jóvenes por haber asentado la base desde pequeños. Por estos motivos y otros muchos, este tema es de vital importancia y debemos crear espacios para hablar y reflexionar sobre el.
- ¿Qué diferencia a un niño emocionalmente inteligente de otro que no lo es?
Las investigaciones científicas de las últimas décadas han mostrado la importancia que tiene para el desarrollo sano, físico y mental de los niños y las niñas, no sólo una alimentación adecuada, sino el hecho de que sean criados y educados en un ambiente de aceptación, respeto, afectividad y estimulación. La Neurociencia ha demostrado que la organización y el funcionamiento del cerebro dependen no solo de la genética sino de las interacciones con el entorno familiar y social durante su gestación y los tres primeros años de vida, según Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan. Por lo tanto, el contexto social es determinante para el funcionamiento mental, pues la salud mental de los niños, adolescentes y adultos está condicionada por la calidad de las relaciones interpersonales que los contextos humanos les proporcionan desde que crecen en el útero de sus madres. Como vemos, la función y estructura cerebral están directamente modeladas por las experiencias interpersonales, por lo tanto, el bebé necesita un adulto con competencias necesarias para cuidarlo, estimularlo, protegerlo y educarlo. De lo contrario, queda expuesto a la negligencia del medio en un grado mayor que si se da en la edad adulta. Se pueden originar secuelas neurológicas que le afectarán en el futuro aprendizaje, según Rosa María Fernández García. Respondiendo a la pregunta, qué diferencia a un niño o niña emocionalmente inteligente de otro u otra que no lo es. Podríamos decir que principalmente su cerebro, pues un menor que ha recibido respuestas empáticas desde bebé, la comunicación positiva y asertiva ha predominado en la mayoría de interacciones con el adulto y los buenos tratos y la expresión del cariño no han faltado, tiene mayores probabilidades de saber autorregularse frente a situaciones estresantes y amenazantes que quien ha carecido de todo esto.
- Además del centro educativo, ¿Qué pueden hacer los padres para favorecer la educación emocional de sus hijos?
Los padres, madres y docentes deberíamos estar familiarizados con términos como educación emocional, competencias socioemocionales, resiliencia, parentalidad y psicología positiva. Aun así, no basta con leer y adquirir conocimientos, hay que reflexionar sobre ellos y ser capaces de interiorizarlos para aplicarlos con éxito en la relación entre padres e hijos. La experiencia nos dice que de poco sirve saber que es importante favorecer el desarrollo emocional de un hijo, si cuando llora no somos capaces de legitimar y validar esa emoción por la dificultad que tenemos de gestionar la frustración o angustia que nos genera. Por lo tanto,es necesario formarse para identificar las emociones propias y las de nuestros hijos, saber responder de forma emocionalmente competente y garantizar con ello la capacidad resiliente de todos los miembros de la familia. Respondiendo a la pregunta sobre qué pueden hacer los padres para favorecer la educación emocional diría que, teniendo en cuenta la Recomendación Rec (2006)19 del Comité de Ministros a los Estados Miembros sobre políticas de apoyo al ejercicio positivo de la parentalidad, es nuestra responsabilidad capacitarnos como educadores emocionales de nuestros hijos e hijas y para eso es necesario acudir a escuelas de padres y madres, eventos sobre educación o incluso nutrirnos de todos los recursos como conferencias o entrevistas a expertos que podemos encontrar en internet.
- ¿Por qué crees que un evento como Eduemoción es importante?
La Recomendación citada (Recomendación Rec (2006)19) pretende que se mejoren la calidad y las condiciones de la parentalidad en las sociedades europeas. “La parentalidad ejercida en el interés superior del niño significa que la principal preocupación de los padres debe de ser el bienestar y el desarrollo saludable del niño y que deben educar a sus hijos de forma que puedan desarrollarse lo mejor posible en el hogar, en el colegio, con los amigos y en la comunidad. Los niños lo hacen todo mejor cuando sus padres se muestran cariñosos y comprensivos, pasan tiempo con ellos, conocen su vida y comprenden su conducta, esperan que cumplan las normas, les animan a comunicarse abiertamente y reaccionan a las malas conductas aplicando medidas adecuadas y explicaciones en lugar de castigos severos». Este texto, extraído de esta recomendación, nos dice qué es lo que los padres y madres deben ejercer con responsabilidad, una parentalidad positiva. Es interesante tener un objetivo, una meta, saber a dónde tenemos que llegar, pero lo difícil es saber cómo llegar, cómo ejercer esa parentalidad positiva cuando hoy en día se vive con tanto estrés, preocupaciones laborales, problemas de salud derivadas del estilo de vida, conflictos escolares y de convivencia familiar, etc. Por lo tanto, aunque saber que como padres tenemos la responsabilidad de ejercer una parentalidad positiva, necesitamos que existan espacios para el debate, la reflexión y el aprendizaje de conocimientos sobre educación que nos permitan aprender sobre cómo llevar a cabo una educación consciente, emocional y respetuosa y desde luego un evento como Eduemocion cubre esta necesidad.
- ¿Qué es lo que va a conocer un asistente a tu ponencia?
Entendiendo la Parentalidad Positiva como el conjunto de acciones que los padres, madres y/o tutores legales llevan a cabo con respecto al cuidado y educación que favorecen el pleno desarrollo de los niños, niñas y adolescentes, es necesario reflexionar para desechar esas prácticas tan arraigadas a nuestra propia educación que generan más bien lo contrario, miedo condicionado. Por lo tanto, nos conviene entrenar nuestras propias competencias emocionales para que la forma de resolver los conflictos del día a día resulten más beneficiosas para el desarrollo del menor y que los aprendizajes que se generen estén basados en los buenos tratos y no en el miedo abusando del castigo y las amenazas entre otras métodos correctivos habituales que lejos de educar la capacidad resiliente, alejan al menor del adulto, siendo quien debe protegerlo y cuidarlo. En mi conferencia intentare abordar la importancia de aprovechar los conflictos del día a día para mejorar nuestras acciones educativas, analizar la mirada que tenemos hacía el niño y conocer qué nos impide mantener la expresión del amor cuando el menor más lo necesita y el adulto menos puede darlo por su falta de gestión emocional.